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Ascensos sin mérito:
La trampa de la antigüedad selectiva en la Policía Nacional
Muchos policías nacionales que hoy optamos por el ascenso a Oficial por antigüedad y no lo hicimos antes por la vía del concurso-oposición, no fue por falta de vocación ni compromiso, sino porque en las primeras etapas de nuestra carrera primó la necesidad de conciliar la vida profesional y personal.
El sistema de ascensos en la Policía Nacional —especialmente cuando implica un cambio de categoría o escala— suele conllevar un traslado de destino obligatorio, lo que ha llevado a muchos agentes a posponer su promoción profesional. Alejarse del entorno familiar o asumir nuevas responsabilidades personales no siempre era viable ni responsable.
Con los años y tras cambios en nuestras circunstancias vitales —ya sea por madurez, estabilidad o nuevos objetivos profesionales—, muchos decidimos reiniciar nuestra carrera de ascenso interno en este momento.
Lo hacemos con la esperanza de que el sistema valore no solo la antigüedad, sino también el mérito profesional, la formación continua y la capacidad operativa adquirida con la experiencia.
¿Qué está pasando con los ascensos a Oficial?
Muchos policías nacionales que nos preparamos para ascender a Oficial a través del sistema de antigüedad selectiva observamos con frustración cómo el proceso ha derivado en un modelo en el que el mérito y la capacidad son meramente testimoniales.
Aunque en teoría se evalúan competencias a través de pruebas, en la práctica el único factor decisivo es el orden de escalafón (la antigüedad ).
-Un proceso legítimo en origen, pero ineficaz en su desarrollo
La existencia de dos vías de acceso —concurso-oposición y antigüedad selectiva— es razonable y ofrece un equilibrio entre la experiencia profesional y el mérito competitivo.
También resulta comprensible que en la vía por antigüedad se limite el acceso a un número proporcional de aspirantes (normalmente el doble de las plazas ofertadas), en coherencia con la lógica interna del modelo.
El problema no está en ese filtro inicial, que es legítimo y justificable. El verdadero problema está en que, una vez dentro, no se valora el mérito ni la capacidad,.
Las pruebas selectivas que deberían permitir distinguir entre los admitidos, no influyen en el resultado final:
El psicotécnico se supera con una nota mínima (en torno al 2,9), lo que es más una nota de corte testimonial, que no ordena a los aspirantes por puntuación, siendo declarados aptos todos aquellos aspirantes que superen la nota de corte establecida por el tribunal.
La entrevista solo emite un "apto" o "no apto", sin ponderar ni clasificar.
Al final, obtienen plaza los “220” más antiguos dentro del grupo de admitidos, sin que se tenga en cuenta quién ha demostrado más capacidad o preparación. Sin importar si uno saca un 8 y otro un 3. Da igual. Si estás abajo en el escalafón, estás fuera.
Una alternativa más justa: mérito dentro de la antigüedad
Lo razonable sería que, una vez garantizada la experiencia mediante la antigüedad como filtro de entrada, el resto del proceso permitiera valorar el mérito y la capacidad de los admitidos.
Así:
Todos serían funcionarios con experiencia contrastada.
Pero solo promocionarían los que mejores resultados obtuvieran en las pruebas.
Esto no eliminaría la antigüedad como principio estructural, pero sí devolvería sentido, equidad y eficacia a las pruebas, garantizando que el ascenso lo obtiene quien más puede aportar, no solo quien más tiempo lleva.
Consecuencias del modelo actual
Desincentiva el estudio, la formación y la excelencia.
Excluye a los aspirantes más capacitados, comprometidos y con vocación de liderazgo.
Desprestigia el proceso y genera gasto público inútil en pruebas sin efecto real, un gasto injustificado y contrario a la eficiencia del gasto público (art. 31.2 CE).
¿Qué dice la Constitución?
El artículo 103.3 CE es claro:
“La ley regulará el acceso a la función pública de acuerdo con los principios de mérito y capacidad.”
Cuando las pruebas no ordenan ni seleccionan a los mejores, ese principio se convierte en papel mojado. Y eso debilita el sistema desde dentro.
¿Y ahora qué?
Esta reflexión no es una queja al vacío. Es una llamada a quienes tienen capacidad de revisión y reforma.
Porque una Policía profesional se construye no solo con años, sino también con compromiso, formación y capacidad real.
Es hora de que el ascenso a Oficial vuelva a tener sentido, tanto para el que lo logra como para el que se lo gana.